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viernes, 16 de octubre de 2020

023.- Tiempo de Masconatos

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Bueno, ya está el libro en la calle.  Y quiero agradecerle a los primeros lectores sus amables palabras. Lógicamente, son amigos y conocidos los primeros que han invertido un poco de su tiempo en detenerse en su lectura. La mayoría son de mi edad, así que a los vínculos afectivos hay que sumarle esta ventaja, la de haber compartido muchos de los paisajes o situaciones presentadas en el relato. El ejercicio de la nostalgia puede ser un signo de cansancio o de, simplemente, vejez. Sin negar del todo este punto, esta vuelta hacia atrás nos sirve para recapacitar de dónde venimos, de donde procedemos, pero no porque lo ignoremos sino porque no siempre lo tenemos en cuenta. Conocemos nuestra infancia y nuestra juventud, pero no siempre la explicamos o la ajustamos a los tiempos en las que nos tocó vivirlas. El paso del tiempo nos ha hecho cambiar tanto que casi no nos reconocemos en aquellos niños y jóvenes, cuando, en realidad, siguen vivos en el subconsciente -digo bien, no el inconsciente, que es otra cosa-, y basta que alguien nos lo recuerde para que los sintamos algo presentes.

Paco Fandiño me dice que leyó el libro en una noche. Paco es profesor de Filosofía y tiene mucha capacidad lectora. Me da las gracias porque dice que le he recordado que era feliz cuando no sabía que era feliz. Es un ingenioso comentario, que le agradezco, y que hay que contextualizar debidamente -sé que él lo hace, por filósofo y por poeta- para no caer en la trampa del cualquier tiempo pasado fue mejor o, peor aún, aquellos sí que fueron buenos tiempos. Porque no lo fueron en absoluto. Lo que ocurre es que éramos niños o jóvenes, y eso era una ventaja frente a los sufridos adultos que nos rodeaban.

Juan García Tirado me dice que ha soltado varias veces una carcajada al leer distintos capítulos. No me extraña porque yo mismo lo hice también cuando escribía, y seguro que nos hemos reído en los mismos pasajes. Rafa Merino también se congratula por mi memoria y me da las gracias, cuando en realidad se las debo dar yo a él por sus apoteósicos momentos en el relato. Inma Vez me agradece mis palabras hacia su padre, un antiguo y querido profesor, nada menos que de mi especialidad, la Educación Física. También me dice que ella jugó a los bolis y a la lima con sus hermanos. Bien por ella. José Manuel Traverso también se divierte con su lectura, que casi le hace olvidar el pertinente picor que le dejó en la cara el guantazo del Padre Jesús. Arcadio Grandal también se ha hecho con el libro y me escribe agradecido y alegre. Otros y otras siguen enfrascados en su lectura y todavía no me han dicho nada. ¡Animaos a opinar! Bueno, solo si os ha gustado; si no es así, prefiero que guardéis un discreto silencio.

Manolo Seris-Granier Escolar se muestra de acuerdo con mis palabras acerca de la difícil tarea ser padre, que le proporciona unas felicidades necesariamente distintas a las mías, a la vez que ocupaciones impostergables y casi eternas. Es cierto, Manolo. También me recuerda otras anécdotas relativas a mi propio padre, que precisarían nuevos capítulos o, más bien, otro libro.  

Antonio Díaz González ha tenido unas palabras muy amables para mi libro en su blog (Pulse para ver) y recomienda su lectura. Antonio sí que escribe como la seda, así que valoro de forma muy especial su apreciación. Buscad como sea su novela Los años de la ballena. Es una trama casi detectivesca con personajes muy bien dibujados. Antonio tiene una gran capacidad para describir los sentimientos de sus personajes y es, en mi opinión, poseedor de la rara habilidad de presentar y tratar con gran acierto sus personajes femeninos. Tengo pendiente muchos cafés con él. Además, me ayudó con la idea para la portada. Gracias otra vez.

Mi tía María Elena Martínez Rodríguez de Lema, pertinaz investigadora y persona de renacentista capacidad, me halaga con sus comentarios y su análisis. Gracias, Elena. Que coincidamos más, cuando se acabe esta pesadilla del Covid. Ahora estoy leyendo el libro que me diste sobre tu investigación, en la que basaste tu tesis doctoral, acerca de la biblioteca del Observatorio de la Armada de San Fernando. ¡Vaya trabajo! Me gusta mucho el relato que presentas sobre la historia de esta biblioteca y del propio observatorio. Y tengo pendiente otras lecturas sobre tus investigaciones.

Pepe Morales, Paca, Milagros, Isabel y Luis (el Gallego) me facilitaron fotografías para que, en la contraportada del libro, aparecieran lugares de aquel San Fernando y, aunque aún no los conocía, me cuentan que se divierten con su lectura. Algunos de los amigos que tuve me permitieron usar fotografías en las que aparecemos juntos. También se han reído con sus momentos estelares.

Chele Catalán me cuenta que se ha emocionado, me recuerda otras anécdotas y cuestiona el resultado de la carrera sobre la distancia de 600 metros. Él opina que me ganó. Da igual, Chele. Está claro que ganamos los dos. Sobre todo, yo, que he vuelto a ganar un amigo. Chele está especialmente motivado y su portentosa memoria se aviva con estos recuerdos. Hace años organizó un encuentro de antiguos alumnos que resultó entrañable, entre otras cosas, porque hasta localizó al Hermano José Miguel. Gracias por todo, Chele. 

Veo que en la página de facebook correspondiente a Antiguos alumnos de La Salle hay personas que recuerdan bien la expresión masconato y su significado. Aprovecho para aportar mi granito de arena y me complacen sus contestaciones.

No he podido localizar a la mayoría de los mencionados en el relato, claro. Algunos me han llamado y es como si hubieran resucitado, porque hacía años que no sabía de ellos. 

Mi hermanos y mi madre también están contentos. Me ayudaron a elegir temas a tratar en el libro. Vivir con ellos me ayudó a ser el que soy, un tipo bastante feliz. Mi tío Antonio está entusiasmado y me hace propaganda en las redes sociales. Gracias, Antonio. Mi tío Rafael, desde Pontevedra, se alegra y descubre mi particular visión de las situaciones desde el niño que yo era. Un abrazo.

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