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jueves, 21 de noviembre de 2019

012.- Los mitos de Cthulhu

Este libro entró en casa de mis padres muy a finales de la década de los setenta. Creo que fue adquirido por mi hermano, y pasó de mano en mano por el resto, excepto por el menor, que aparte de ser más menor que nunca en esas fechas, también era poco proclive -nada proclive, sería más ajustado- a los temas de terror. 


Esta edición de Alianza Editorial es una introducción al mundo que creó Howard Phillips Lovecraft (1890-1937), un mundo vigilado por espantosos seres demoníacos que permanecen ocultos en determinados lugares y que pueden ser invocados a través de distintas cuasi secretas fórmulas o que pueden ser alertados por determinadas e imprudentes indagaciones humanas, bien en lugares apartados de la civilización o bien en ciertos pueblos semiabandonados de Nueva Inglaterra. Esta sencilla propuesta es más que suficiente para desarrollar una serie de relatos por parte de Lovecraft en torno a estos seres, sus descendientes y sus intervenciones para aniquilar al género humano. Para ello, Lovecraft contó con un cierto número de otros escritores que simpatizaron con su propuesta y colaboraron con sus propios relatos sobre esta nueva mitología. Estos escritores se conocen como Círculo de Lovecraft.

El impronunciable nombre de Cthulhu -que hace que cada cual lo pronuncie de forma distinta- hace referencia a unos de los muchos demonios que protagonizan estos relatos, y que sirve para dar nombre a este subgénero de relato o cuento de terror. Hay muchos otros terribles demonios acechando, pero el mérito para nombrar a esta saga se lo llevó finalmente Cthulhu.

Como se trata de una introducción a los mitos -por cierto, magníficamente prologada por el experto Rafael Llopis- el libro cuenta con relatos de escritores que influyeron a Lovecraft, con relatos del propio Lovecraft y con relatos de escritores del Círculo.

Todos estos cuentos y relatos me dieron mucho miedo en su momento. Y me lo siguen dando. Recuerdo, por ejemplo, la inquietud que me produjo El Wendigo de Algernon Blackwood, magistral en su descripción de esa inmensa naturaleza canadiense que convierte en amenazante para el lector; recuerdo también que En la noche de los tiempos me pareció inquietante por su trama y su desarrollo, así como muy originalmente trágica para el destino final de los humanos. Hay varios relatos más que me turbaron y discutíamos, mis hermanos y yo, acerca del que resultaba más terrorífico. No siempre estábamos de acuerdo, pero de estas discusiones salían nuevas ideas que nos servían de excusa para retomar los cuentos y volver a releerlos, para así reevaluarlos y retener detalles no atendidos suficientemente en la primera lectura.

Por supuesto, este libro fue también como el disparo de salida para buscar otros que contenían el resto de relatos de Lovecraft y su Círculo, entre los que encontramos a August Derleth, a Robert E. Howard (que escribió las novelas sobre Conan) y a Robert Bloch (que escribió Psicosis). En la misma colección del Libro de Bolsillo de Alianza Editorial encontramos varios números más que adquirimos en los siguientes meses.

Hace muy poco he adquirido otro libro sobre Lovecraft: un estudio sobre su obra, su vida, su ideología, sus influencias, etc. Está analizado por distintos críticos y profusamente ilustrado. Pertenece a La colección GRAPHICLASSIC, y se llama Lovecraft y los mitos de Cthulhu. Muy recomendable. Me imagino que mis hermanos querrán leerla (tú no, Dani).


He leído bastante sobre terror, pero asustarme de verdad con relatos de ficción, con fantasmas, vampiros o monstruos (y no con crónicas sobre asesinos o serie negra), pocos lo han logrado con la efectividad de Lovecraft y su Círculo. Me imagino que ahora debería darles las gracias, pero no sé si está bien agradecer que te asusten.

martes, 19 de noviembre de 2019

011.- El mejor disco de Rock

Al igual que se suele preguntar por la mejor película o el mejor libro de la Historia, se hace lo mismo con la música o con el mejor compositor. La cuestión nunca se resuelve a gusto de todos, claro. Dependiendo de todas las circunstancias culturales, históricas, biográficas, personales, emotivas, educativas, ambientales y un gran etcétera, daremos una respuesta que, encima, puede ser diferente en diferentes momentos. Así que es inútil perseguir el consenso definitivo sobre estas cuestiones, pues encontraremos, incluso en nosotros mismos, razones para inclinarnos hoy por una respuesta y mañana por otra. Afortunadamente. Afortunadamente, porque somos entes dinámicos y no estatuas rígidas, y porque nuestras almas -sea eso del alma lo que sea- y nuestras esencias son ricas, complejas, y tienen historia y vida. Así que, dicho esto, vaya por delante que mi elección del mejor disco de rock, puede oscilar entre éste y algunos otros más, pues así es mi carácter y así lo acepto y disfruto.

Este disco, Born to run,  apareció en un momento particularmente importante de mi vida. De nuestras vidas, en realidad, ya que comparto con personas cercanas experiencias comunes y episodios sentimentales referidos a la juventud y al despertar ante la vida adulta. Yo, dieciséis años. Otros, quince. Otros, diecisiete. Otros, incluso algunos menos. Es 1975 y escuchamos por las emisoras de radio (sobre todo en Radio Rota) a un desconocido que se llama Bruce Springsteen, que canta con voz desgarrada y con una fuerza atroz unas melodías cargadas de emoción y una propuesta rock en la que van apareciendo progresivamente los instrumentos, unos sobre otros hasta explotar en el momento más álgido de la canción: voz, piano, armónica, bajo, batería, guitarras y saxofón se suman para subir una cuesta musical en cuya cumbre se alcanza el éxtasis, un orgasmo de rock and roll lleno de libertad, descubrimiento y escape del mundo. 

Adquirimos el disco y confirmamos nuestras sospechas. Las letras vienen traducidas por Diego A. Manrique y asistimos a las vidas de sus protagonistas -en parte nosotros mismos, claro-, a sus desenlaces y a sus destinos. Lo hace con lenguaje desgarrado a base de pinceladas y esbozos, no con descripciones cerradas (por eso supimos después que Springsteen intentó ser presentado como un nuevo Dylan). Demoledor. Es la carretera del trueno, la mejor entrada para un disco que habla una y propone una y otra vez la fuga, salir corriendo, no conformarse, soñar y... vivir, gozar, compartir, amar... pero también olvidar y dejar atrás. Así son Thunder road, Night y Born to run. También lo es Backstreets, con evocación de la amistad. She´s the one nos hablar del amor atrapado. Y tanto la espléndida Tent avenue freeze out, de aire soul, como la imponente Jungleland nos describen historias urbanas marginales de sobrevivencia y violencia. Todas las canciones tiene gran fuerza y ritmo, excepto la contenida Meeting across the river, una canción al estilo de Tom Waits que retrata una depresiva y marginal situación sobre deseo y pobreza. Todas son grandes canciones. Todas. Y claro, en el mejor disco rock, la que para muchos es la mejor canción rock: Thunder road.

Este disco lo escuchas a gran volumen, como debe ser. Lo escuchas por la noche, a solas, una y otra vez. Lo escuchas en grupo pequeño, en comunión de silencio; silencio que se hace visible en los momentos en los que asientes con movimientos de la cabeza y los ojos cerrados al ritmo de la declamación melódica de la voz o del instrumento. Eres joven y todo está por venir.


La particularidad del sonido del disco lo hizo diferente. A los tradicionales instrumentos de los grupos rock (guitarras, bajo, batería), se añadieron instrumentos de viento (incluso cuerdas en el último tema, Jungleland) muy presentes, lo que vino a llenar el espacio musical del disco, junto al uso del piano para estructurar la base de los temas, y el acompañamiento de un instrumento, a cargo de Roy Bittan y de Danny Federici, que se iba a constituir en marca de la casa: la lira o armónica de metal, el glockenspiel (también se llama juego de timbres). Evidentemente, los instrumentos de viento y el piano eran usuales en el rock, el blues, en el soul y en los géneros hermanos o padres del rock. Con respecto a esto Springsteen no inventa nada. Es, eso sí, la puesta en escena, en relieve, en primer plano, de estos instrumentos acompañando a la voz, un aspecto de la producción del disco a cargo de Mike Appel, Jon Landau(😃) y el mismo Bruce Springsteen, que utilizaron una suerte de muro de sonido al estilo de Phil Spector que confirió al álbum épica y emoción.

Soy ya muy mayor, pero no ha habido un año que no haya repetido la escucha de este disco. Ha llovido desde entonces. Siempre me ha acompañado y encuentro en él la esencia de la música rock. A pesar de la larga carrera de Springsteen, que siempre he seguido, incluso cuando se hizo mundialmente famoso con The river, con Born in the U.S.A. y con otros éxitos, considero que su mejor trabajo, con diferencia, fue éste.

Enlace: Letras de Born to run

(😃) Jon Landau, antes de productor de Springsteen, fue crítico musical de la revista Rolling Stone, desde donde el año anterior (1974) escribió "I saw rock and roll future and its name is Bruce Springsteen". Un tipo listo donde los haya.

¿Springsteen es el mejor? Bruce Springsteen es uno de mis músicos preferidos en el rock. He asistido a conciertos suyos y la experiencia ha sido siempre formidable, completísima. Entonces, ¿es el mejor al tener el mejor disco? Beatles y Dylan tienen una discografía más completa y compleja. No obstante, ni Dylan ni los Beatles tienen un disco rock como Born to run. Aquí brilló más el Boss. Me gusta pensar que Lennon estaría de acuerdo.

Aún conservo el ejemplar de la revista Vibraciones en el que se presenta al artista y su disco, en artículos de Juan José Abad y de Constantino Romero.

Revista º16 de Vibraciones, enero de 1976.

Un consejo: coge el disco, puedes ponerte los cascos si quieres, toma un whisky, dale al play y sube el volumen. Para otros discos prefiero Cointreau, pero eso es ya otra historia.


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¿Qué dice el Camborio?

Lo primero que escuché de Bruce fue Thunder road. En aquel entonces íbamos a comprar discos a los grandes almacenes SORIANO de Cádiz. Me llamó la atención la portada y lo puse en el tocadiscos para probarlo. Por supuesto, me compré el disco. Grandes canciones con buenos y extensos textos y una magníficas intros que nos preparan para sumergirnos en el universo musical del Boss.

Sin embargo, creo que parte del mérito musical de éste y de otros discos de Springsteen es debido a su banda, la E Street Band, sin cuyo aporte, las canciones no serían lo mismo. No cabe duda de que Springsteen es un gran artista, intérprete y compositor, pero el sonido que resulta de la aportación de la E Street Band es el elemento que eleva algunas de las composiciones a la categoría de obra maestra.

Clarence ClemmonsBig man¨).- Saxo potente, sin florituras pero estremecedor.
Max Weinberg ("Mighty Max").- Batería. Ritmo constante con estilo contundente, perfectamente reconocible.
Danny Federici Phantom").- Lirismo en los teclados. El glockenspiel del tema Born to run es él.
Steve Van Zandt ("Little Steven").- Guitarra Strato. Acompañamiento y algunos magníficos solos. Gran amante del Rythm and Blues.
Garry Tallent ("W").- Bajo, Igualmente sin florituras, pero acompañando, rellenando y resaltando donde hay que hacerlo.
Roy Bittan ("Professor").- Gran pianista de rock and roll. Participó junto a Max Weinberg en el disco Bat out of the hell de Meat Loaf(😂).

Si unimos todo esto a un Springsteen en estado de gracia, nos da un disco que hace estremecer al corazón, al hígado y a toda la casquería al completo, en una sinfonía de contundencia, magia, esperanza, amor, poesía callejera y rebeldía: "Porque esta es una ciudad llena de perdedores y yo me largo de aquí para ganar".

Thunder road junto a Rosalita (del album anterior a Born to run) son mis dos canciones preferidas; según el día, la época o el estado de ánimo, elijo una u otra.

(😂) Bat out of the hell es un album que, por su naturaleza intrínseca, hay que escuchar con una botella de Cointreau.
                                                                                                                                           El Camborio

domingo, 17 de noviembre de 2019

010.- Aquellos librocomics de Bruguera

En los años sesenta era muy común encontrar en las librerías un producto infantojuvenil muy apreciado. Se trataba de unos libros de pequeño tamaño (20 x13 cm) que, además del texto escrito novelado, incluían cada dos o cuatro páginas pequeñas viñetas de cómic. Suponían un doble disfrute: primero leía el cómic y después pasaba a la lectura del texto. La trama era la misma, pero el texto aportaba mucho más que el cómic ya permitía desarrollar más la narración y los diálogos de los personajes. Aparte de los textos escolares, estos fueron nuestros primeros libros (míos y de mis hermanos), nuestras primeras lecturas de narraciones, más allá de los cuentos infantiles a base de ilustraciones y pequeños textos, y más allá, también, de los tebeos.

Una muestra de las diferentes colecciones. Véase el detalle de página de texto combinada con otra de comic.

La editorial Bruguera mantuvo varias colecciones diferentes con este formato. La Colección Héroes se centraba en las aventuras de personajes como Tarzan, Rin-Tin-Tin, El Capitán Trueno, Bronco, Bonanza (la serie de TV), Flecha Rota, Furia, David Crockett, Buffalo Bill, Robin Hood o Lassie (consultar más en el enlace https://www.tebeosfera.com/colecciones/heroes_1963_bruguera.html). La Colección Héroes pasó después a denominarse Héroes Selección, seleccionando sólo algunos personajes de la lista anterior y añadiendo otros nuevos como, por ejemplo, Viaje al fondo del Mar o Daniel Boone (se puede consultar en este enlace  https://www.tebeosfera.com/colecciones/heroes_seleccion_1968_bruguera_-linea-.html).

La otra serie interesante, con el mismo formato, era la dedicada a adaptaciones de clásicos de la aventura o de la historia, la Colección Historias, que pronto pasó a ser la Colección Historias Selección (ver enlaces https://www.tebeosfera.com/colecciones/historias_seleccion_1966_bruguera_-linea-.html  y  https://www.tebeosfera.com/colecciones/historias_1955_bruguera.html).

Estos libros venían provistos de sobrecubiertas de papel couché brillante, y en la zona correspondiente al lomo era común presentar a los personajes principales. Se trataba de un producto de gran calidad formal, que llegaron a constituir un gran regalo con el que obsequiarnos en nuestra infancia. Por su buena presentación, estos libros eran expuestos por muchas librerías en sus escaparates, lo que nos entretenía mucho a los chicos en el camino de ida y vuelta al colegio.

Hay quien ha podido conservar estas colecciones y algunos títulos se pueden encontrar a la venta en Internet o en librerías de viejo. Por mi parte no conservo ninguno, aunque hace algunos años encontré un título en alguna feria del libro de ocasión y no pude resistirme a hacerme con él.

Mi ejemplar para el recuerdo.

Bruguera contribuía así a nuestra educación no formal, introduciéndonos en la literatura juvenil con estas adaptaciones de clásicos y de aventuras. Cuando años después pudimos disfrutar con las narraciones originales de Verne, Stevenson o Salgari, ya estábamos advertidos de su interés por colecciones como éstas. Una vez más: Gracias, Bruguera.

martes, 12 de noviembre de 2019

009.- Las series de televisión en los años sesenta

Las series que inician mi educación televisiva pertenecen a los años sesenta del pasado siglo. Entre ellas se encuentran series que apenas son recordadas y/o mencionadas en las tertulias sobre estos temas. Parece ser que el clásico participante en este tipo de programa o bien es más joven que yo o bien desprecia esta década como talentosa o interesante desde el punto de vista televisivo.

Cromos sobre protagonistas y personajes de series de TV en los años sesenta del siglo XX

Entre estas series se encuentran Cheyenne, 77 Sunset Street, Uno más no importa, Bonanza, Caravana, El Virginiano, Viaje al fondo del mar o Los guardianes del espacio. Algunas de ellas se ilustran en los cromos de arriba, que he conservado no sé ni cómo durante estos años. Guardo un grato recuerdo de las mencionadas y de muchas otras y, además, considero que varias se encuentran entre lo mejor que la televisión ha ofrecido. Decir esto puede parecer que se debe más a sentimientos nostálgicos que a razonamientos objetivos, pero creo que no es así. Quim Casas escribió en 2015 un libro de título La vida en serie, y en él recupera más de veinte series de los sesenta, lo que no está nada mal si tenemos en cuenta que, en total, dicho libro contempla setenta y cinco series. Así pues, no estoy de acuerdo con el mantra oficial que se extendió hace más de una década acerca de la superioridad de las series de televisión más recientes. Creo que siempre hubo buena y mala televisión en esto de las series. Que últimamente se hayan producido trabajos inmensamente buenos y, además, dotados de gran presupuesto y de los mejores efectos especiales, no significa que no existieran productos antiguos de gran valor cultural y técnico. No entender esto es como pretender elevar al cine actual por encima del antiguo (entendiendo por cine antiguo al cine mudo, al rodado en blanco y negro, al llamado clásico o, en general, al anterior a los años setenta). 

También hubo bodrios. Y muchos. Sucede que cuando se es exigente hay que convenir que el noventa por ciento de todo es poco relevante. Pasa con el cine, con la televisión, con los libros, con los cuadros, con la música o con cualquier esfera cultural. Si bien la evaluación de la bondad de un producto depende de cada cual -de las circunstancias culturales de cada cual-, resulta razonable pensar que todo el mundo valora según una escala, y guarda la nota más alta de esa escala para los escasos casos que sobresalen del montón, de la mediocridad y de la porquería. 

Pues bien, a lo largo de este blog y alternando con otros productos (libros, pelis, músicas y comics), irán apareciendo entradas sobre algunas de las series de los años sesenta que más me hicieron gozar en aquellos años de aprendizaje en el kiosco (kiosco que, por cierto, me facilitó cromos como los expuestos antes).