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viernes, 25 de octubre de 2019

008.- ¿Que es una HISPACON?

A finales de octubre de 2004 me llamó por teléfono, desde Sevilla, mi cuñado Luis, para decirme que, próximamente, se iba a celebrar en Cádiz un congreso sobre ciencia ficción, y que debíamos pensar en asistir ya que a los dos nos gustaba el tema. Así lo hicimos y nos inscribimos en dicho congreso, que se celebraría entre el cinco y el siete de noviembre.


Una vez llegados al Palacio de Congresos, el día seis de noviembre, un día después de la inauguración, comprobamos que el congreso se trataba, en realidad, de la anual reunión denominada HISPACON que organizaba la AEFCFT (Asociación Española de Fantasía, Ciencia Ficción y Terror), una institución que hasta el momento desconocíamos. Desde el principio nos vimos envueltos en un simpático y friki ambiente, con bastante asistencia de público compuesto por jóvenes y adultos de distinto género, que discurrían entre los diferentes mostradores y estands -con libros, revistas, películas, juguetes, juegos electrónicos, figuritas y maquetas-, y todo ello ilustrado con carteles y programas sobre el evento; en suma, un montaje, cierta y sorprendentemente, más complejo del que nos habíamos imaginado.


Vimos que había diversas conferencias y talleres, distribuidos durante el fin de semana. En cuanto pudimos nos apuntamos a un par de talleres, empezando por uno a cargo de Ángel Torres Quesada, escritor gaditano de ciencia ficción –desconocido por entonces para nosotros–, sobre el peculiar mundo de las novelas de a duro. El uso de esta forma para calificar parte de su obra, y presentada sin ningún tipo de complejitis, nos sustrajo y agradó sobremanera; nos engatusó con su discurso cercano, entusiasta y muy informativo acerca de este género. Gracias a él, pude descubrir que mis lecturas juveniles, y que la dependienta que me las servía llamaba “novelitas siderales” –escritas por un tal George H. White–, eran parte de la Saga de los Aznar, obra que había sido premiada en 1978 en la Convención Europea de Ciencia Ficción como mejor serie europea de ciencia ficción; y que dicho George H. White era en realidad el pseudónimo del escritor valenciano Pascual Enguídanos; y que él mismo, Angel Torres Quesada, llegó a firmar su propia obra como Alex Tower o A. Thorkent, con la misma intención que Enguídanos, la de dar la impresión al lector de que leía algo americano o anglosajón y, por lo tanto, algo cubierto por la gran sombra de la ciencia ficción extranjera, que venía a ser lo mismo que algo de gran calidad.

Mis antiguas novelas siderales y la reedición de Silente.

No sólo aprendimos, estupefactos, este tipo de truco para mejorar la difusión o la venta de las novelas y relatos, sino que asistimos, absortos a la escuchas de otras muchas anécdotas entre las que destaco la siguiente. Resulta de Ángel Torres había escrito un misterioso relato en el que se escuchan voces desde una escalera que posee dos entradas: en realidad, dos escaleras situadas en espiral que conducen, una de ellas a los pisos impares y la otra a los pares, de forma que los sonidos, ruidos y voces resultantes se mezclan y no se pueden identificar; añadió gotas de misterio y terror al relato, y nos indicó que se basó en una casa de vecinos, provista de esta singular escalera, que existía realmente en la calle La Torre de la ciudad (Cádiz).

Curioseamos por la sala de exposiciones, paseamos con Angel Torres Quesada y conocemos a Pedro García Bilbao y a Carlos Saiz Cidoncha, ambos grandes personalidades de este mundillo. Pedro es, entre otras muchas cosas, editor de Silente, y ha editado y actualizado la Saga de los Aznar. Carlos Saiz Cidoncha es uno de los escritores españoles más veteranos y reconocidos en esto de la ciencia ficción.

Con Ángel Torres; Cidoncha y García Bilbao.
Continuamos la mañana asistiendo a la ponencia de Manuel Barrero sobre Ciencia Ficción y tebeos, muy de mi agrado por lo aficionado que soy a estos últimos. Muy bien ilustrada con imágenes en power point, basada en gran parte en ilustraciones de la Historia de los comics de Toutain.

Ni que decir tiene que nos faltó tiempo para acudir, en el descanso del mediodía, a husmear en la dirección facilitada por Ángel Torres para visitar escalera de su relato. Cuando llegamos, bien por el pudor que sentíamos ante una vivienda extraña, bien por el efecto de la cerveza consumida, o simplemente por el canguelo que nos dio, el caso es que no huimos capaces más que de vislumbrar desde el patio de vecinos los dos accesos de la escalera y no nos atrevimos más allá en absoluto. Nos conformamos, entre risas, con haber llegado hasta allí, como dos adolescentes hubieran hecho. Creo que entrar en el mundo friki tiene algo de eso, de convertirte en ingenuo adolescente (aunque en nuestro caso no era ingenuidad; era pura cobardía).

Durante la jornada de tarde asistimos a una conferencia de Javier Cuevas, periodista, sobre La fascinación del mal. Resultó muy entretenida. También hubo una mesa redonda sobre Flash Gordon, muy interesante, y de la que recuerdo la ingeniosa intervención de Rafael Marín para catalogar al personaje como “el primer metrosexual del cómic”.

Faltaba todavía algo increíble. Al final de la tarde apareció Guillermo del Toro (sí, sí; el director), que estaba invitado al día siguiente para ser entrevistado en el gran acto final. Curioseó por los estands y se hizo fotos con todo el que quiso. Nuestro pudor nos impidió abordarle para que nos firmara un autógrafo o para fotografiarnos con él, y de ello nos arrepentimos ya que se prestaba muy cordialmente.

Asistimos también, creo que al día siguiente -no estoy seguro del momento- al taller de escritura que dio Elia Barceló. Esta escritora, experta y creadora de ciencia ficción, disertó sobre sus claves para trabajar y expuso varios recursos literarios con buenos ejemplos. Recuerdo, incluso, haber tomado apuntes, alentado por Luis, que estaba entusiasmado. A estas alturas ya estábamos totalmente integrados en la HISPACON y nos manejábamos como pez por el agua por las diferentes estancias.

Taller con Elia Barceló; rueda de prensa final.


Y el broche final fue la rueda de prensa de Guillermo del Toro, que contestó a todo el que le preguntó, incluso al público que llenaba la sala. Se mostró muy simpático y habló del comienzo de su carrera, de sus inspiraciones juveniles, de su película Hell Boy y de sus próximos proyectos, entre los que destacó su interés por llevar a la pantalla el relato En las montañas de la locura de H.P. Lovecraft, lo que me pareció genial. Lástima que el proyecto, finalmente, no saliera.

La HISPACON fue un descubrimiento encantador. Durante los siguientes años me hice socio de la AEFCFT y, si bien no asistimos a la convocatoria siguiente, celebrada en Vigo en 2005, sí lo hicimos en 2006 a la celebrada en Dos Hermanas (Sevilla), esta vez acompañados de más familia, a la que habíamos llegado a interesar.


miércoles, 23 de octubre de 2019

007.- Un libro: EL HOMBRE QUE AMABA A LOS PERROS


Queda inaugurada la primera entrada sobre libros de este blog, con el comentario de José María Santos Blanes, amigo, profesor de Lengua y Literatura Española, amén de lector y poeta en sus ratos libres.


EL HOMBRE QUE AMABA A LOS PERROS (o El desengaño del comunismo).- El paréntesis del título es de mi cosecha; el resto del mismo es el nombre de una novela de Leonardo Padura, escritor cubano, el cual, después de leer la novela que reseñamos, no se muestra muy seguidor del régimen político que impera en su lugar de nacimiento.

La novela -más adelante me encargaré de adentrarme en sus "argumentos"- es una auténtica desilusión, un dulce desengaño de lo que es y fue el comunismo. Bueno, la novela es mucho más, pero este es el sentimiento que permanece en mí de manera indeleble una vez leída. Pero... Sr. reseñista, en los tiempos que corren, ¿aún creía usted en el comunismo, todavía soñaba con la "socialización", con la igualdad justa entre los hombres (sic), con la intención de igualar a las almas antes de la larga e inevitable marcha...? Iluso. O quizá no haya entendido nunca la base alimenticia de esta tendencia político-económica y, ahora, por cándido, me lleve una sorpresa al descubrir que no quedan granjas que compartir, ni koljoses, ni muros infranqueables que impidieran el paso del aliento capitalista, ni el sonido grosero de la falsa moneda que nos tiene actualmente en el fondo de la sima.

En verdad, los acontecimientos que se narran no guardan un sólo hilo argumental -de ahí lo dicho anteriormente de los" argumentos"-. Son tres novelas en una.

Por una parte, un joven -Iván- que aspira a adentrase en el mundo de la literatura se encuentra con un desconocido paseando por la playa; un desconocido con cierta apariencia enigmática, pero al que reconoceremos inmediatamente en la narración, muy a pesar del autor por intentar crear en torno a este personaje una cierta intriga. Las charlas con este hombre desconocido, su desaparición de la tierra cubana, el misterio que envuelve su vida... serán las acciones más destacadas en este primer paso.

Por otra, intercalándose con la trama anterior y con la que más abajo comentaremos, aparece el segundo argumento del libro: la historia de Ramón Mercader, el ingenuo, ignorante y desengañado asesino de Trotski. Sus incursiones en las filas republicanas del ejército español durante la Guerra Civil, la relación con su madre (Caridad, una mujer a la que hoy no dudaríamos en incluirla de alguna manera dentro del mundo "friki", a pesar de su imagen de pasionaria ebria), los avatares en la Rusia stalinista, sus amores y amoríos interesados... En suma, se desgrana su figura con algunos datos novelados y otros con cierto toque histórico.

El tercer argumento intercalado es el destierro y asesinato de Liev Davídovich Bronstein, más conocido por Trotski. Su paso por Kazajistán, Turquía, Noruega, hasta llegar al país donde dio con sus huesos en el otro mundo: México. Trotski es presentado como un personaje al que hay que tenerle lástima, del cual hay que compadecerse. No es un crudo revolucionario, sino, más bien, un alma en pena que vaga quejumbroso por el mundo debido a la crueldad de Stalin. La muerte de sus hijos, el fuerte odio a Joseph Stalin, el amor por su esposa, la amistad con pescadores, con Diego Rivera, el anhelo de "enderezar" el rumbo de una Unión de Repúblicas Soviéticas que con el paso de los años se va convirtiendo en una recia dictadura... conforman los hechos de esta sección.

Ha habido ocasiones en las que he estado a punto de dejarla en la mesa del escritorio, olvidada como instante indeseable. Sin embargo, ha sido un acierto continuar su lectura hasta la pequeña reflexión del autor al final. El lirismo de estas últimas páginas, lo desabrido del análisis de los acontecimientos narrados, la amargura del intento fallido de un mundo mejor y los detalles que acompañan a los dos personajes históricos que juegan en la novela, siempre interesantes y curiosos, me han hecho -una vez más- no abandonar la nave hasta verla zozobrar.
                                                                                                        J.M.S.B.


viernes, 18 de octubre de 2019

006.- Recordando el disco A PESAR DE TODO, de Hilario Camacho

El Lp A pesar de todo salió en 1972 (ó 1973; hay discrepancias al respecto), pero yo no llegué a escucharlo hasta casi un lustro después, y lo hice en casa de un amigo (ver abajo) más adelantado que yo en estas lides. Me dijo algo así como "Vas a escuchar algo que merece la pena en castellano", y lo hizo para intentar convencerme de que había cosas interesantes en el rock español. Desde entonces fui indagando en el pop-rock español y amplié mis gustos, consistentes por entonces en música en inglés. No ayudaba mucho que Los Canarios o Juan Pardo también se pasaran al inglés por aquella época, claro.

Página de la revista Disco Express nº 247 (noviembre de 1973)
Catalogar de rock a la música de Hilario Camacho puede parecer excesivo a algunos -o a muchos-, aunque yo siempre utilizo el concepto de forma muy amplia, incluyendo en el mismo al rock and roll clásico, al blues, al rhythm blues, al folk-rock, al blues-rock, al soul, al country o country-rock, etc. Lo más aproximado y/o certero sería ubicar a Hilario Camacho dentro del folk-rock  o del rock suave o acústico, por decir algo. Como ya confirmé años después en la Historia del rock que editó El PAÍS (1986), Jesús Ordovás ya comentaba en ella que el gran público podía catalogar a Hilario como underground mientras que la gente del rock no lo veía como algo suyo, al igual que sucedía con otros cantautores como Sisa o Pau Riba.

Con el paso de los años, al escuchar éste y los discos que le siguieron en aquellos años setenta, no se duda ya en tildarlos de rock, aunque su composición más famosa de este LP, Los cuatro luceros (la letra es de José Batlló), está más cerca de un Juan Manuel Serrat que de Smash o Los Módulos. No obstante, en interpretaciones posteriores del mismo tema, años después, se acerca más a un alma folk-rock.

El breve y contundente tema que da entrada al disco, Y de todas las formas (letra de Moncho Alpuente), resultó definitivo para convencerme de la calidad de este cantante. Esa guitarra acústica, ese bajo, ese piano derramado, esa bien utilizada batería, esos ecos y esa desgarrada interpretación sobre la soledad, impactaron en el núcleo emotivo de mis dieciocho añitos al momento. Le seguía otro tema que se volvería clásico en su repertorio: Ven aquí. La letra es del propio Hilario. Empieza suave, acústico, te llama poco a poco y te envuelve en su cima con una guitarra eléctrica muy distorsionada, para acabar como empezó y con un recitado final. Inmejorable.

En el tema Al igual que vosotros utiliza la letra de un poema de Blas de Otero del mismo nombre; pero, al no incluir las últimas tres estrofas, el título no queda plasmado en la canción, por lo que es muy común conocerla por Desesperadamente, expresión que se repite varias veces. Es un gran tema que anticipa composiciones posteriores como Volar es para pájaros o Mis pies pisan la roca, de sus dos siguientes trabajos, De Paso (1975) y La estrella del alba (1976).

Imagen resulta otro estupendo tema al que vuelve a poner la letra él mismo. Presenta la utilización de punteos de guitarra acústica al estilo de los grandes cantautores de la época (Dylan, Donovan, Don McLean o Cat Stevens). Claro, con estos parecidos, es normal que me entusiasmara el disco. Érase un rey es otro buen tema, en el que la percusión está muy bien utilizada para continuar las frases. La letra es de Moncho Alpuente.

Acabarás quizás (también con letra de MonchoAlpuente), vuelve a beber de los mismos cantautores mencionados antes, en la tónica musical de composiciones como How can I tell you (Cat Stevens) en su parte suave, y que se electrifica y endurece en su parte más desgarrada, como ya ha hecho en otros temas del Lp.

Le siguen dos composiciones más juguetonas y, en mi opinión, menos conseguidas. Así, Juegos, podría beneficiarse de menos alegría e infantilidad: esas palmas, ese órgano y tanto nananá me resultan tontitos; y Adolescente, que comienza muy bien, hubiera requerido otro estribillo -el coro infantil es de guardería-. En ambas, las letras son de Francisco Escalada.

Finaliza el disco con Como todos los días, otro gran tema, esta vez un blues, sobre el hartazgo urbano y laboral. Está muy bien resuelto y tiene buena instrumentación.

El productor fue Alain Milhaud, y se grabó en Londres con músicos británicos. El disco que yo adquirí tenía la sobria portada en blanco y negro que aparece arriba, pero también se editó en otros sellos con el retrato en color pintado por Ángel Aragonés.

El saldo personal de la escucha de este Lp se puede resumir en varios puntos:
1) Conocí a un gran músico, al que seguí con mucho interés desde entonces.
2) Empecé a poner más atención al rock en castellano.
3) Incorporé algunos de sus temas a mis prácticas y escarceos con la guitarra.
4) Afiancé mi confianza en los gustos musicales de mi amigo.

Hilario Camacho falleció en 2006, respetado por muchos pero desconocido por una gran mayoría, como es el caso de muchos otros héroes del buen rock de la época.


                      ⭐⭐⭐¿Y qué dice hoy mi amigo de todo esto? ⭐⭐⭐
Hacía muchos años que no escuchaba este disco y, de pronto, al hacerlo de nuevo, me he visto con 17-18 años, en mi época de estudiante, escuchando música a través de la emisora La Voz del Guadalquivir, donde descubrí a Hilario Camacho y a tantos otros (Jim Croce, Meat Loaf, el Rock´n´roll Animal de Lou Reed y un largo etcétera). ¡Joder! ¡Qué tiempos! En fin, dejémonos de rollos y vamos con el disco.
Aunque es verdad que usa acordes y ritmos muy cercanos al pop y al folk, el hilo que acaba envolviéndolo todo es el rock. Quizá lo hacía de una forma un tanto ingenua pero, sin duda, tratando de transmitir honestidad (y consiguiéndolo en muchas ocasiones). Hilario Camacho era... distinto. Letras que pretendían decir cosas, buenas melodías, progresiones de acordes no muy usuales y arreglos sin grandes aspavientos; y todo ello aderezado con gotas de rock que le daban forma y sabor.
Efectivamente no era muy conocido, salvo en ciertos círculos juveniles, aunque tampoco era de extrañar. En aquella época las principales radios presentaban un panorama musical español a base de, por un lado, Camilo Sesto, Miguel Gallardo, José Luis Perales o Miguel Bosé (todos ellos y, sobre todo, este último, grandes ídolos tuyos; lo sé), y por otro, Juan Manuel Serrat, Víctor Manuel o Miguel Ríos. Todo lo referente al rock era minoritario -casi igual que hoy- salvo, quizás, el rock  andaluz y poco más (Triana, Smash, Alameda...).
Una vez escuché decir a Hilario en una entrevista que recordaba aquella época -la de sus tres primeros discos- como un sueño, por lo popular que fue en círculos estudiantiles. Lo vi en directo, aquí, en la plaza de toros de San Fernando. Debía ser a mediados de los ochenta. Él solo con la guitarra. Estuvo muuuy bien. Una voz acojonante: quizá no se aprecie en sus discos todo lo que daba de sí. ¿Qué más decir? Me gustó entonces y me sigue gustando ahora. Algunas canciones acusan el paso del tiempo; otras, en absoluto.   
                                                                                                                               El Camborio

jueves, 17 de octubre de 2019

005.- Comentando BLADE RUNNER

"Yo he visto cosas que vosotros no creeríais: atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir."

La película está inspirada en la novela del extraordinario escritor de ciencia ficción Philip K. Dick, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?. Es una película considerada un clásico de la ciencia-ficción. Trata sobre el tema de la inteligencia artificial y los problemas que puede suscitar. En un futuro, planteado en el año 2019 (recordemos que la película es de 1982), un antiguo Blade Runner es vuelto a contratar para dar caza a unos peligrosos replicantes. Se llama Blade Runner a esta especie de policías-cazadores encargados de eliminar a los replicantes; los replicantes son robots con absoluta apariencia humana. El problema que se ha suscitado es que estos replicantes han terminado por generar sentimientos humanos y, al descubrir que no son humanos sino robots, deciden volverse contra sus creadores.

Blade Runner es tanto una película de ciencia ficción como de cine negro. Presenta un futuro deprimente, con ciudades sin espacios verdes, convertidas en grandes masas de inmensos bloques, invadida por múltiples anuncios fluorescentes y en oscuridad permanente, debido a algún tipo de cambio en el clima que condiciona una lluvia que no cesa. Se alternan las ricas y modernas edificaciones, de dudoso gusto, con las abandonadas; los restaurantes y mercados callejeros con las calles sucias y oscuras; y la multiculturalidad racial con la superpoblación y el continuo ajetreo urbano.

Las grandes corporaciones han tomado el mando y dirigen la vida de las personas. En este contexto, atroz, el desarrollo de la tecnología ha conseguido crear robots que sirven para cualquier función, desde la administrativa (la secretaria Rachel) hasta la mera compañía (los juguetes de J. F Sebastian) y, por supuesto, la obrera y bélica (los peligrosos replicantes).

La música es de Vangelis, que usó sintetizadores para enmarcar el agobiante ambiente urbano, y el piano y el saxo para los momentos más reflexivos y evocadores.

Las interpretaciones son destacables. Harrison Ford se aleja de los personajes aventurero-cómicos que había interpretado en la saga de la Guerra de las Galaxias o la de Indiana Jones, para aportar reflexión y descreimiento. La presencia de Rutger Hauer es tensa y amenazadora durante toda la película, para convertirse en la escena final en la esencia del cansancio, la rendición y la entrega. En esta escena final interpreta un breve y fascinante monólogo mediante el que logra la empatía de su cazador con él, representada por un extraordinario cierre de ojos de Harrison Ford. Sean Young interpreta con máxima corrección a la mujer perfecta, replicante ideal para los tradicionales sueños masculinos. De igual forma se comporta Daryl Hannah, que interpreta tanto la seductora y angelical feminidad, como la fortaleza física de su personaje. Edward James Olmos es el policía que supervisa la labor del Blade Runner y sus apariciones guardan un secreto desvelado, en parte, al final de la cinta. Este secreto está presente de forma desigual en las distintas versiones de la película (hay tres versiones para el cine: 1982, 1992 y 2007).

Ridley Scott había dirigido anteriormente otro clásico de la ciencia ficción: Alien, el octavo pasajero. No estuvo siempre conforme con la versión que se estrenó en 1982, y con el tiempo trabajó en algunas modificaciones como la de suprimir la voz en Off (en las versiones de 1992 y 2007), la de acortar el final (1992 y 2007), la introducción del sueño del unicornio (1992; en 2007 lo vuelve a quitar) y el cambio en el fondo del escenario en el vuelo de la paloma (2007). El gran mérito del director es haber sabido plasmar una historia como ésta, intercalando las escenas trepidantes con las más sosegadas, en una película que presenta el tema/dilema de la inteligencia artificial de forma tan realista como fantástica. La película costó 28 millones de dólares, aunque recaudó algunos más. No tuvo un gran éxito en su momento y, posteriormente, ha sido reconocida por la crítica, pasando a ser, desde entonces, tanto una película de culto como un emblema del cine de ciencia ficción. Ha recibido varios premios de fotografía, vestuario y producción. Ocupa un destacadísimo lugar en las listas de mejores películas de ciencia ficción

Escenas destacadas y a tener en cuenta:
-      El test del comienzo de la película
-      El descubrimiento de Rachel de su condición de replicante
-      Los juguetes de J.F. Sebastian
-      La persecución de la replicante y la serpiente
-      El análisis de la fotografía
-      La muerte de Tyrell
-      El duelo y el monólogo final
-      La recogida de la figurita del unicornio frente al ascensor

Curiosidad:
El monólogo final de Rutger Hauer no estaba en el guión original; tampoco está en la novela. Al parecer, el propio actor lo ideó, aportando así una genial contribución a la película.

En 2017, dirigida por Denis Villeneuve, se estrenó Blade Runner, 2049. Es una muy lograda, en mi opinión, continuación de la historia. Recomiendo ver antes la película antigua, para centrar bien la historia y entender algunas claves.

miércoles, 16 de octubre de 2019

004.- EL FINAL DEL CAMINO

Coincidiendo con mi jubilación como profesor a los sesenta años, publiqué en mi blog de trabajo y educación una entrada que reproduzco aquí también, pues resultada adecuada para el carácter de este otro blog.

Si las circunstancias que rodean al mundo educativo fueran más razonables para el profesorado puede que no hubiera dado este paso y siguiera con las clases algunos años más. No comparto ni la falta de rigor en la enseñanza ni el papel de animador social que parece destinado a desempeñar el profesor.

Por mi parte, he procurado ser entusiasta, motivante y cercano al alumnado. No he huido de la innovación -y buena muestra de ello son el propio blog y sus contenidos-; he sido incluso premiado por ello por instancias educativas de renombre; he utilizado diversas formas y técnicas de enseñanza, a veces muy distanciadas de la tradicional exposición directiva centrada en el profesor; he utilizado los métodos de indagación centrados en el alumno; he utilizado el método de proyectos, la enseñanza recíproca y el método puzzle; he proyectado películas (en color, en blanco y negro e, incluso, mudas) y procedido a su análisis con el alumnado; he salido del centro para emprender excursiones con contenido educativo y tareas asociadas; he montado exposiciones, jornadas y congresos con el alumnado y mis compañeros profesores; he llevado a mis alumnos a interesantes conferencias elegidas para ellos; he escrito libros sobre materias de formación deportiva para los que no había manuales, para facilitar el aprendizaje de los alumnos y, posteriormente, he analizado con ellos su utilidad; he publicado artículos sobre Educación Física y sobre Deporte; he confeccionado guías para las clases de Educación Física, para la asignación de tareas o para la enseñanza en circuito; he elaborado apuntes de Educación Física para Secundaria y Bachillerato, practicamente, desde el inicio de mi carrera profesional, y lo seguí haciendo con otros compañeros en los últimos años; no ha habido, en treinta y tres años de profesión, uno solo que no haya variado, modificado o adaptado las diversas programaciones didácticas de las materias que me tocó impartir aquel curso, en aras de su mejora (y no me refiero, y lo saben quienes me conocen, a cambiar la fecha de la portada de las programaciones).

Tras presumir de lo anterior, y es evidente que lo estoy haciendo y que no me importa lo más mínimo ahora, cuando ya todo está hecho pero no dicho, no me queda otra cosa que desearle mucha suerte a quienes aún permanecen en la profesión anhelando la jubilación de la que ahora disfruto. Me marcho en plena vorágine de un último cambio pedagógico con la implantación de las competencias, las competencias clave, los estándares de aprendizaje y las rúbricas. Otro giro de tuerca en el tornillo equivocado (el tornillo de los adornos), y no en los tornillos de aguante. Sustituyen a vocablos como objetivos específicos, objetivos operativos o criterios de calificación de los instrumentos de evaluación y sus correspondientes escalas, al igual que lo conceptual, lo procedimental y lo actitudinal, sustituyeron en mi área hace años a lo cognitivo, lo psicomotriz y lo afectivo. Neolengua no es el camino, sino la cartelería insufrible del camino que, no olviden, tiene una meta. Y no se subyuguen con el "aprender a aprender", engañosa e infumable jerga más propia de alucinantes viajes con alucinantes fumables.

Todo esto nos ha llevado a una triste realidad. Cuando en mis últimos meses de trabajo en el ámbito de la Formación Profesional de Actividades Físicas, de Grado Superior, intentando explicar lo que es la Introducción de un documento de trabajo (una programación de actividades físicas recreativas), le solicité a mi grupo de alumnos que llevaran a la clase un libro cualquiera de los que tuvieran en su casa, comprobando antes que el libro elegido incluyera un prólogo (para hacer paralelismos con la Introducción que debían aprender), el resultado fue que de treinta alumnos sólo dos aparecieron con un libro. Uno llevó un cómic del Quijote (lógicamente, sin prólogo). Otro llevó una novela cuyo primer capítulo fue titulado por su autor como prólogo, lo cual, suele ser frecuente en la literatura. Tuve que aclararlo y ya se ve que no fue muy buena idea mi estrategia para acceder al contenido de la Introducción. Pero lo más lamentable y deprimente no sólo fue que los otros veintiocho no llevaran el libro, sino el vacío cultural en el que constaté que vivían cuando me contestaron que no había libros en sus casas. No tenían ni libros electrónicos ni de ningún tipo. Claro que, ya podía haber estado yo más al tanto de esta situación un mes antes, cuando les pregunté a la vuelta de las vacaciones de Navidad sobre lo que les habían regalado los Reyes Magos. Sus regalos eran teléfonos móviles, tablets, ropa, zapatillas de deporte, equipaciones deportivas, etc. Un alumno dijo que le habían regalado un libro; y al mismo tiempo que yo me interesaba por su título (era la novela que llevó un mes después cuando les pedí un libro con prólogo), hubo risas entre sus compañeros y pregunté por el motivo de las mismas; por toda respuesta recibí ésta: "Es un regalo de pobres". Me quedé de piedra. Felicito a los políticos que no nos dejaron enseñar con más exigencia. Este es el resultado. Y lo ilustro con esta viñeta del gran Chumy Chúmez:



Saludo desde aquí a aquellos alumnos que consideran que fueron afortunados por conocerme y beneficiarse de mi proceder. Del resto sólo digo lo de siempre: aprended a leer y repasad lo dicho arriba.

El estudio y el aprendizaje requieren rigor y fastidio, al menos, al principio. Si aceptas eso, el resto es fascinante pues disfrutas del conocimiento. Adiós, que tengo muchas otras cosas que hacer y aprender.


jueves, 10 de octubre de 2019

003.- Análisis de un tebeo: Bravo, nº3.

Ahora toca analizar un cómic -o un tebeo, como se decía entonces-. Las imágenes mostradas tienen el copyright de sus autores o dueños actuales, y sólo son mostradas con la intención de su análisis y estudio. El tebeo elegido es el número 3 de la desaparecida revista Bravo, del año 1968. El porqué de la elección de esa colección y de ese número concreto es debido a factores totalmente personales. Me explicaré. Fue el primer número que adquirí de la entonces recién nacida revista o tebeo Bravo (de la Editorial Bruguera), y lo hice, por supuesto, en el kiosco de la barriada. Este tebeo constituyó, para mí, un gran hallazgo, pues encontré una revista dedicada casi en su totalidad a las series de aventuras, que eran las que más me interesaban entonces. Ni que decir tiene que adquirí semanalmente cada número hasta su desaparición. Su final fue en el número 46. Así que no duró más que una temporada, viniendo a ser sustituida por el tebeo Gran Pulgarcito.

Para proceder verá el lector que mezclo las descripciones y los datos con impresiones personales. No resulta muy académico, pero encuentro gusto en ello, ya que todo está muy ligado a mi infancia y juventud.

Portada, contraportada y página nº2




Según aparece en la Wikipedia, el primer número de la revista hizo su aparición el 19 de febrero de 1968, por lo que, si los cálculos no me fallan, el número 3 tuvo que llegar al kiosco (y de ahí a mis manos) un par de semanas después, ya en marzo. Por lo tanto, yo tenía nueve años recién cumplidos.

Lo primero que me llamó la atención fue, lógicamente, su portada. No era la habitual de los tebeos de la Editorial Bruguera (Tío Vivo, Pulgarcito, DDT...), que aportaban una historieta de algún personaje cómico. NO. Era mucho más impactante con esos bólidos en carrera. El precio era el mismo que el de los demás de Bruguera, así que no lo dudé y compré el tebeo. Era una revista grapada en el lomo con 32 páginas, y el tamaño era de 26x18 cm. Hay datos de la colección Bravo en TEBEOSFERA, de la que he adquirido buena información, por lo que aprovecho para dejar este enlace con su página Enlace a Bravo en TEBEOSFERA

Sabemos, por fuentes como la citada, que la portada estaba dibujada por Edmond (que adquiriría fama años después por el personaje Jan Europa), y reinterpretaba con gran dinamismo una escena de una de las historias que contenía la revista: Grand Prix, Chico Monza. La contraportada estaba dedicada a publicidad de Cola Cao. No tiene mayor interés, salvo el hecho de que su diseño sigue las pautas de las fotonovelas y es una suerte de cómic al modo de viñetas a base de fotos. La página nº2 consta de pasatiempos, similares a los que también aparecían habitualmente en las mencionadas revistas de Bruguera. Este tipo de pasatiempos llegó a entretenerme mucho durante aquellos años, lo que me sirvió para desarrollar cierta disciplina en poner la atención en los detalles, lo que no concuerda muy bien con lo despistado que llegué a ser para otras cosas.


La serie Chico Monza, arranca en la página nº3, y consiste en las aventuras de un piloto de carreras, muy bien dibujada por César Aurelio Spadari, con guion de Víctor Mora (ya se sabe, el creador del Capitán Trueno, el Jabato, el Corsario de Hierro y tantos otros). El coloreado de esta serie es podemos decir, cuasi-tricolor: junto al blanco y negro se le añade una gama del rosa al fucsia, que también será la tónica de las páginas de la revista no realizadas a todo color. Cada página está constituida por cuatro filas de viñetas, formato habitual de este tipo de revistas para las series realistas. La serie consta de cinco páginas y es una aventura autoconclusiva, titulada "El príncipe mimado". El tal príncipe tiene, curiosamente, los rasgos del actor Charles Laughton de joven. Ahora, y no con mis nueve años de entonces, ya conocemos que ese recurso de utilizar rasgos de actores u otras personas reales es común en el mundo del cómic (y me vienen a la cabeza varios personajes del glorioso Flash Gordon de Dan Barry). No creo ni recuerdo que yo llegara a reconocer a Charles Laughton en aquel momento en el tebeo, aunque tal vez ya había visto en televisión Rebelión a bordo o El Capitán Kidd, con mi más inocente e infantil percepción, centrada más en barcos, piratas y luchas, que en dramas históricos.
Acreditación de los autores en una viñeta; firma del dibujante en la viñeta derecha.


Ni el dibujo ni el guion están acreditados en las cabeceras, sino que aparecen en la segunda viñeta. Por cierto, Víctor Mora utiliza uno de sus pseudónimos (R. Martin). Spadari firma en una de las viñetas finales. El dibujo de Spadari es estilizado y elegante, con estilo algo estático, buen uso del claro-oscuro y personajes, por lo general, delgados e incluso huesudos. La serie no me cautivó tanto como otras, pero era un buen comienzo para mi nuevo tebeo.

Páginas 4 y 5


En la página nº4 encontramos la primera gran joya. A todo color se nos presenta Galax, el Cosmonauta, a  cargo de Francisco Fuentes Man y, otra vez en el guion, Víctor Mora, y acreditados ambos en la cabecera de la página 5 (esta vez Víctor Mora es Víctor Alcázar). El dibujo de Fuentes Man es magistral. Este dibujante se encuentra entre los tres mejores del período clásico de la serie del Capitán Trueno (junto a su creador, Ambrós, y junto al peculiarísimo Ángel Pardo). Me fascinaron estas aventuras siderales tan contundentemente dibujadas, con esos rostros de rasgos tan duros, el peligroso meteorito en el que se encuentran, los cohetes, el monstruo, los malos... Todo ello en cuatro intensas páginas. La cosa prometía porque sólo era, prácticamente, el principio de la revista. Era una lástima que ya la serie estuviera empezada, como sucedía con las otras dos grandiosas de la revista, pues sólo bastante tiempo después pude acceder al contenido de los dos primeros números. De momento debía conformarme con el pequeño resumen aportado en la cabecera de la página 5, que explicaba lo ocurrido hasta entonces. Por supuesto, era una serie de "continuará", y me moría de ganas de tener el siguiente número. Con nueve años, yo aún no había conocido a Flash Gordon ni a otros clásicos del Espacio o de la Ciencia Ficción, por lo que éste fue mi estreno en tebeo. Era tan emocionante para mí como las series de TV de la época: Viaje al fondo del mar, Perdidos en el espacio, y las maravillosas de marionetas Guardianes del Espacio y El Capitán Escarlata. Aquí dejo un enlace sobre la serie Galax, el Cosmonauta

Seguimos con el análisis el tebeo. Las páginas coloreadas se alternan con las "tricoloreadas" durante toda la revista. Llegamos a la página 12 y encontramos otra desconocida maravilla: Michel Tanguy.


Es una serie sobre bélica sobre pilotos franceses y sus aviones, los increíbles cazas Mirages III. Hay cuatro páginas y un "continuará" al final. Unos dibujos formidables, dinámicos, llenos de fuego y velocidad, un aterrizaje forzoso impresionante (el uso de la red de la pista era desconocido para mí) y magníficos diálogos.

Viñeta de la página 17.
¿Quién dibuja esto? Un tal Albert Uderzo, más famoso aún por dibujar a Asterix, aunque yo lo ignoraba. Y el guion es de un tal Jean Michel Charlier, otro desconocido francés más. ¡Caramba! ¡Una serie francesa hasta la médula! Años después comprobé que Charlier era belga, no francés. En la cabecera de la página 13 aparece el resumen de lo acontecido en números anteriores, la acreditación de los autores y una serie de palabrejas en francés para acreditar la procedencia de la serie: JOURNAL PILOTE DARGAUD S. A. PARIS. Es mi primera toma de contacto con la palabra PILOTE, que tan embriagadora me resultaría en los siguientes años, pues no en vano era el nombre de la revista original francesa y de los álbumes que posteriormente recopilarían estas series. "Me voy a comprar un Pilote" (pronunciando todas las sílabas, pues aún no sabía nada de francés) se convirtió en una frase muy anhelada por mí cuando podía emitirla, es decir, cuando tenía el dinero suficiente para comprarlo.

Página 20 de la revista Bravo nº44. Publicidad de libros Pilote.

Al igual que me ocurría con Galax, el Cosmonauta, yo no conocía aún otras series de aviadores como Buck Danny, Dan Cooper o las clásicas americanas como Johnny Hazard. Todo eso vino algo después, cuando empecé a llamar comics a los tebeos y conocí a las obras maestras de años anteriores. Así pues, Michel Tanguy, y su compañero Laverdure (la serie cambió de nombre con los años y pasó a llamarse Tanguy y Laverdure) fueron mis primeros héroes del cielo. Ni que decir tiene que, cuando algunos años después se estrenó en televisión la serie con actores de carne y hueso (Los caballeros del cielo), la acogí con gran entusiasmo. Dejo aquí el enlace con un página francesa, bastante completa, sobre la serie Tanguy y Laverdure

Publicidad de la serie en un número extra de Mortadelo (Almanaque para 1972).
No pertenece al número analizado de la revista Bravo.

Una cosa muy curiosa: tanto en las páginas 16 y 17 encontramos, al pie, un recuadro explicativo sobre los mecanismos de funcionamiento de algunos elementos de los cazas de combate. Esta aportación es idea de la dirección de la revista, y no aparece en los originales franceses. Este recurso ilustraba al lector sobre algún aspecto de la historia, en este caso, un aspecto técnico. Interesante y educativo.


Llegamos a la página 14. Aquiles Talón. Serie humorística. Dos páginas. En la cabecera de la página 15 volvemos a encontrar la misma leyenda que en Michel Tanguy: otra vez Francia.


Bueno, tiene su humor aunque no me llama demasiado la atención por entonces. En los próximos años, y ya en otras revistas, sí que lo disfrutaré, cuando capte su ironía y la personalidad del personaje. Ahora lo mío son las aventuras. Su autor es Greg. Dejo un enlace, Greg, otra vez de Tebeosfera, para ilustrar sobre la capacidad y el talento del dibujante y guionista. Entre sus logros quiero destacar que, años después, llegó a ser el guionista de la serie del Oeste Comanche, dibujada por Hermann.

Vamos a la página 18 para llegar a otra serie de aventuras, esta vez española: Los comandos de África. El dibujo es de Martínez Osete y el guión de C. Valle (otro de los pseudónimos de Víctor Mora). Como su nombre indica se trata de aventura africana, con gorilas y soldados, pero sin Tarzan. Transcurre durante cinco páginas, es entretenida, bien dibujada y con episodios autoconclusivos. Años más tarde comprobaré que el dibujante Martínez Osete trabajó también en El Capitán Trueno y en El Jabato, además de en otras adaptaciones al cómic de novelas de aventuras.


Las páginas 20 y 21 son en color, pero no están dedicadas a historietas, sino a un concurso y a publicidad. El concurso se llama Quiniela Bruguera y si te interesa participar con ciertas garantías hay que contestar a una serie de preguntas publicadas en las diferentes revistas Bruguera. Este tipo de concurso tenía el engorroso inconveniente de tener que recortar el cupón en las propias revistas, con lo que éstas quedaban mermadas. No recuerdo que yo participara.


La publicidad de la página 21 es para promocionar dos coleccionables de cromos: el típico álbum de la temporada de fútbol y otro sobre automóviles. Es seguro que yo estaba interesado, al menos, en el primero de ellos.

Y en la página 24, la tercera joya de aventuras en la revista: El teniente Blueberry. Dibujado por un tal Gir (Jean Giraud) y con guión de J. M. Charlier (¡el mismo de Michel Tanguy!). Y, nuevamente, la leyenda JOURNAL PILOTE DARGAUD en la cabecera. Es una serie del Oeste que, desde entonces, se convertirá para mí en la serie del Oeste por antonomasia. La aventura se llama Fort Navajo y me atrapa desde ese número. El dibujo es genial y la trama muy interesante. No tiene nada que ver con otras cosas del Oeste que yo hubiera leído en tebeos (ni con el Sheriff King de la revista Pulgarcito, ni con algún libro de Roy Rogers de la Ediciones Laida, ni con Tex, con todos los respetos para estas creaciones).


El dibujo es muy realista y los personajes muy bien terminados. Los soldados e indios son imponentes y también los caballos y, ante todo, el paisaje. Nunca había visto Arizona tan bien dibujada y representada o reimaginada por el artista.

Viñeta de la página 29. Paisaje, caballos y personajes.
Gir, en los años venideros se convertirá en el dibujante Moebius y pasará a ser considerado como el rey del comic europeo de vanguardia. Mantendrá dos facetas como artista del cómic: una realista para Blueberry y otra, más fantástica, para sus creaciones firmadas como Moebius. Todo esto vino después, pero ya en la revista Bravo le concedía yo un mérito insuperable.

Viñeta de la página 25. Magnífico plano.
Por cierto, y ya que ha sido mencionado anteriormente al tratar sobre Chico Monza, el teniente Blueberry era dibujado con las facciones del actor francés de moda por entonces, Jean Paul Belmondo, lo que empieza a resultar más evidente en los siguientes números de la revista. Me enteré de esto algunos años después. Esta aventura, Fort Navajo, es el inicio de una saga de cincuenta álbumes, hasta la muerte del dibujante, y parte de acontecimientos que realmente sucedieron.

En la página 27 encontramos un episodio humorístico: se trata de Topolino de Alfonso Figueras. Si bien es, como digo, humorístico, el destino de Topolino era vivir diferentes aventuras con personajes siniestros; estas aventuras eran a veces ciertas y a veces imaginarias, como en esta ocasión. Su inclusión en esta revista de aventuras era, pues, bienvenida, ya que aportaba un compensatorio matiz paródico. Alfonso Figueras persistió en este tipo de humor con otras geniales aportaciones como Cine Locuras o Aspirino y Colodión, en otras revistas Bruguera.



En la páginas 30 y 31 encontramos, en mi opinión, material de relleno. Ni los chistes de la página 30 ni un último episodio humorístico, La familia Trapisonda de Francisco Ibáñez, son una elección acertada, ya que no encajan con la tónica general de la revista.

Páginas 30 y 31. Humor de relleno.
En conclusión, y en mi opinión, la revista Bravo fue la aportación más importante a la aventura en aquellos años desde Bruguera. Tras su corta vida, fue sustituida por Gran Pulgarcito, un semanario de mayor tamaño y de cuarenta páginas, pero no dedicado a la aventura con tanta dedicación. Fue también el vehículo inicial y fundamental para que conociéramos el cómic francés de la época, si bien otros como Barbarroja, el demonio del Caribe (de aventuras de piratas),  Asterix o Iznogud (humorísticos) aparecieron otras revistas de Bruguera.