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miércoles, 9 de octubre de 2019

002.- ¿Cuántas veces has visto una misma película?

Más frecuente que releer un libro resulta volver a ver una película. Al igual que existe el placer de la relectura de un buen libro, para volver a sentir las vivencias que acompañaron a la primera lectura o para actualizarlas, se puede gozar repetidas veces de la misma interesante película para comprobar su efecto en nosotros. En ambos casos aparecerán nuevas sensaciones y se nos presentarán nuevas visiones y detalles inadvertidos antes. Nos sucede con los libros, sobre todo cuanta más complejidad contengan, y lo mismo ocurre con las películas. En este último caso, el de las películas, las visiones posteriores a la primera nos ocasionan nuevos conocimientos sobre los distintos elementos que las componen (miradas, diálogos, gestos, paisajes, músicas, decorados, colores, movimientos de la cámara, voces -distintas si son en versión original-, cabeceras, finales, extras, especialistas, trucos, efectos especiales...). A medida que estos nuevos conocimientos son incorporados a nuestro entendimiento crecemos un poco más, como lo hace la película con cada visionado.

Si una película nos ha gustado es muy recomendable volverla a ver para gozarla y apreciarla mejor. Si no nos ha gustado no hay que repetir, a no ser que estemos en el ejercicio de intentar revisar nuestro juicio, quizá accediendo a una recomendación de alguien a quien concedemos autoridad artística. 

Las películas que son clásicas, y aquellas que se vayan ganando tal etiqueta, son las mejores para este desempeño. Los buenos cinéfilos se distinguen porque cuando emiten algún clásico en la televisión, por ejemplo, se quedan absortos con sus imágenes aunque la película esté ya empezada. Estas personas gozan esos instantes como el experto fumador que aspira un buen cigarro o el entendido catador que saborea un inmejorable vino.

No es nostalgia del pasado ni es huida de lo novedoso. Es, simplemente, aprecio por la validez o la idoneidad de una manifestación cultural como el cine, que resulta tan compleja por ser la producción de un conjunto humano muy numeroso -a veces numerosísimo-, que se ha coordinado mágicamente para nuestro bien.