Relatos y poemas desde el cansancio. Ese era el subtítulo original, que se debió extraviar hasta acortarse y obviar el cansancio en el que se instala, a veces, el que escribe. Desde la distancia que separa a ambos géneros, se pueden percibir relatos con pretensiones poéticas y poemas con insoslayable garra vital. Relatos y poemas que nacen del cansancio por lo no logrado y que viven en la creencia de lo mucho intentado —lo que provoca suficiente satisfacción y dignidad—. Son gotas de licores diversos, variopintos, consumidos en ocasiones en compañía del otro y compartiendo sensaciones, apreciaciones y hasta distorsiones de la realidad pretendidamente analizada.
En algún lugar oí o vi escrito que la poesía —y ahora me refiero a los poemas— es asomarse más allá o subir más allá del último peldaño, cuando ya la escalera se ha acabado y es insuficiente. Esta imagen tan vertiginosa me hace pensar tanto en la posibilidad de volar —esto sería la poesía— como en la de darme de bruces con el suelo y… ¿Quién sabe? ¿Callar para siempre?
Callar es lo único que no ha hecho Josemari desde que lo conozco. Es de los mejores habladores que me he encontrado y, entre otras cosas, por eso es mi amigo. Pasar un rato o un día con él es como nutrirte de serotonina, generalmente de aquella que sabe a risa y a sarcasmo, a buen marisco bien cocido y a vino de buena cosecha. No está descrita en los manuales de Fisiología de uso común, claro que no. Está más allá del último peldaño del conocimiento cerebral y se puede adquirir hablando y volando con personas como él.
De
lo que no me habló al principio fue de sus habilidades literarias, aunque fuera
inevitable que, como su oyente, vislumbrara brillos y movimientos parecidos a
los de las luces del Norte cuando un cielo nuboso las oculta. Su charlar en la
escalera, no impedía que las ondas sonoras de su discurso viraran a escondidos
mundos de tristeza y hartazgo que, en el fondo, están dentro del que conocemos,
aunque nos resistamos a transitar por ellos, a volar por ellos.
En
el presente libro hay poemas escritos por Josemari en un determinado periodo
—entre 2012 y 2017— desde su Fernán Núñez natal. No están todos los que
escribió y muchos otros permanecerán en cajones, de esos que albergan papeles
inconclusos y fotografías desenfocadas. De momento contamos con los que aquí se
incluyen, suficientes para embarcarnos en ese vuelo que emprendió hace tiempo y
desde el que nos saluda y recibe. Así pues, propongamos, un guiño: charlar,
callar, brillar… tal vez volar… con Josemari.
Y recuerda la autenticidad observada desde su mirada de niño, que no ha perdido; simplemente, la ha extendido en el tiempo a otros objetos.
nos observaba con atención y sencillez
con su olor característico a viejo campo,
con su lustre y su amor sin exigencias.
Sonriendo y soñando en otro mundo.
Los
relatos se escribieron en el mismo periodo de tiempo señalado arriba, con la
salvedad de la letra para una canción y el referido a la muerte de David —que
son pandémicos—. Esta coincidencia
temporal se me antojó reveladora. En mi corta pero entusiasmada visión, los
propongo no para ir de la mano de Josemari en su vuelo —mi mano no alcanza a la
suya—, sino como postre de fácil digestión, depositado en el maletero de su
nave.
Se podría haber estructurado el libro intercalando los relatos con los poemas, pero aparte de ser tarea difícil por la distinta extensión de unos y otros, se ha preferido presentarlos en dos partes, y la primera de ellas, para llevarle la contraria al título, es la ocupada por los poemas. A casi todos nos suena mejor Relatos y poemas que Poemas y relatos, pero esta conveniente musicalidad no es apropiada para mantener ese orden en el interior del libro por varias razones: la primera, porque el mérito de los poemas así lo merece y porque es la parte principal de la obra; la segunda, porque el alumno debe ceder el paso siempre al maestro; y la tercera, porque la lectura, menos exigente, de los relatos podría proponer un más redondo y rápido aterrizaje al vuelo que está apunto de emprender el lector. En cualquier caso, da igual. Son dos pequeños mundos que en su aparente disparidad guardan evidentes conexiones: desencanto, rabia, arrepentimientos, ironía, miradas perplejas, cansancio, nostalgia y cobardía. También nos une mucho gusto por las buenas películas del Oeste. Esto último es tan genial y tan verdad que no se me ocurre un mejor final para terminar esta presentación, aun a riesgo de no aclarar nada sobre lo que sigue. ¿O sí lo hace?