Este final del pasado febrero de 2020 nos cogió disfrutando del puente de Andalucía en la provincia de Cáceres, en la localidad de Zarza La Mayor. Alquilamos un apartamento en el Complejo Peñafiel y nos dispusimos a conocer y recorrer la comarca, fronteriza con Portugal. Habíamos llegado el jueves día 27, por la tarde. Ese primer día, tras instalarnos en el alojamiento, cruzamos la frontera y conocimos el pequeño pueblo vecino portugués, Salvaterra Do Extremo, donde asistí a una lejana escena de mi infancia: la de un anciano que llevaba un brasero de picón por las solitarias calles. Le preguntamos por el mirador del pueblo y nos lo indicó muy amablemente. Anochecía y fue un hermoso final de jornada, rematada por una sencilla cena en nuestro hotel.
El viernes lo dedicamos íntegramente a Portugal, visitando Castelo Branco y Monsanto.
A la vuelta, casi de noche, nos paseamos por Zarza, llegando a la Plaza Mayor, donde esta la iglesia de San Andrés. Frente a ella entramos en un pequeño bar para tomar un aperitivo. No tenía público y solo estaba el encargado tras la barra. Escogimos una mesa y nos sentamos a disfrutar de unas cervezas y unas aceitunas. La televisión daba noticias de la epidemia china, los casos en Italia y también de los de España, donde se habían detectado cincuenta y ocho casos ya. Unos días atrás ya se habían desatado los comentarios, aunque el discurso oficial negaba la gravedad de la epidemia. Yo no las tenía nada conmigo y recuerdo que la mañana del día anterior, durante el viaje y desde el coche, había mantenido una corta conversación telefónica con mi cuñada -psicóloga clínica en el Virgen del Rocío de Sevilla- para preguntarle por noticias sobre la enfermedad y calmar algo mi inquietud.
El viernes lo dedicamos íntegramente a Portugal, visitando Castelo Branco y Monsanto.
A la vuelta, casi de noche, nos paseamos por Zarza, llegando a la Plaza Mayor, donde esta la iglesia de San Andrés. Frente a ella entramos en un pequeño bar para tomar un aperitivo. No tenía público y solo estaba el encargado tras la barra. Escogimos una mesa y nos sentamos a disfrutar de unas cervezas y unas aceitunas. La televisión daba noticias de la epidemia china, los casos en Italia y también de los de España, donde se habían detectado cincuenta y ocho casos ya. Unos días atrás ya se habían desatado los comentarios, aunque el discurso oficial negaba la gravedad de la epidemia. Yo no las tenía nada conmigo y recuerdo que la mañana del día anterior, durante el viaje y desde el coche, había mantenido una corta conversación telefónica con mi cuñada -psicóloga clínica en el Virgen del Rocío de Sevilla- para preguntarle por noticias sobre la enfermedad y calmar algo mi inquietud.
Esta inquietud se había presentado en los últimos días porque se me había fijado en mi mente un dato que yo sí consideraba alarmante. Dicho dato, muy repetido en las noticias, era el siguiente: la mortalidad de la enfermedad estaba en torno al uno por ciento. Este dato, nada tranquilizador por la contagiosidad que se decía que tenía el virus, me obsesionaba, me preocupaba y no me calmaba nada que tras la proclamación del porcentaje se emitiera continuamente la frasecita de "la gripe es mucho peor".
Dada la contagiosidad del virus -y ante los numerosísimos casos de China-, yo hacía la simple cuenta que a nadie parecía preocupar. Creo que esto del uno por ciento tiene un gran valor tranquilizador, siempre que no empecemos a hacer numeritos. Somos cuarenta y siete millones de españoles. El uno por ciento de estos cuarenta y siete millones son cuatrocientos setenta mil personas. ¿Cómo? ¿Cuatrocientos setenta mil? ¿Cuatrocientos setenta mil muertos en España? Inquietante. Se lo dije a mi mujer. Su respuesta fue en el sentido de "Hombre, esto es así si nos infectamos todos los españoles, pero esto no va a suceder". De todas formas, se sorprendió del alto número, pues como casi todo el mundo, no había caído en hacer los cálculos, pues, ya digo, el repetido mensaje del uno por ciento es superficialmente muy tranquilizador, y engaña a la mayoría.
Pues bien, allí sentados en el bar y mientras seguíamos las noticias, entró un cliente que por su desenvolvimiento con el encargado era un parroquiano habitual. Se quedó en la barra y, tras pedir también una cerveza, pasó a prestar atención al noticiario. Había 58 casos de contagio en España. Muy jovialmente comentó en voz alta la progresión de la enfermedad para repetir el mantra oficial con el que nos machacaban todos los medios: "la gripe es mucho peor". En aquel momento se me vino a la cabeza que el individuo era el maestro del pueblo. Fue una intuición sin ninguna base y, aparte de que nunca pude comprobarla, lo más seguro es que fuera equivocada. Pero yo soy así. Trabajo con muchas apariencias y me cuadraba que el tipo fuera maestro por como se comportaba. Aprovechando la ocasión y, prácticamente, su invitación a la conversación, pues esa era la situación, le respondí empleando la argumentación ya mencionada antes.
-Sin ánimo de discutir, por supuesto, pero yo creo que es mucho peor que la gripe.
Me miró algo sorprendido y continué.
-Mire, el porcentaje de mortalidad de esta enfermedad es del uno por ciento, según nos dicen. ¿Usted ha hecho el cálculo de cuántos pueden morir en España si nos infectamos todos?
Evidentemente, no lo había hecho. Seguí.
-Si somos cuarenta y siete millones, caeremos cuatrocientos setenta mil.
Se puso muy serio. Seguía callado.
-Vamos a poner que no enfermamos todos, aunque dicen que es un virus muy contagioso. Vamos a poner que solo enferma el diez por ciento de la población. ¿Qué nos da eso? Nos da cuarenta y siete mil muertos en España.
El candidato a maestro se quedó de piedra. Su mente estaría comprobando los números y, seguramente, yo le estaba fastidiando la cerveza. El camarero también callaba.
-Puedo equivocarme, claro. Pero es lo que de verdad dicen las noticias. No es peor la gripe, ni mucho menos.
El tema no dio para más. Terminamos nuestras cervezas y nos despedimos. Me fui con cierta sensación de liberación dentro de la preocupación que las cifras me daban, ya que no había hablado casi con nadie del asunto, con la excepción de mi señora esposa. También me dio la impresión de que la próxima vez que el maestro o el camarero sacaran el tema no lo harían repitiendo el mantra oficial.
Al día siguiente, sábado, conocimos San Martín de Trevejo, Trevejo, Hoyos y Robledillo de Gata.
Por la noche, en el apartamento, asistimos al habitual desastroso debate de la Sexta -donde no se discute de forma edificante, sino que se lanzan pullas a diestro y siniestro- y volví a escuchar los mismos argumentos ignorantes y despectivos con respecto al peligro real del virus. Ya había 79 casos en España.
El domingo cumplí sesenta y un años. Visitamos Alcántara y, por la tarde, Coria. A la vuelta, en el apartamento nos esperaba un detalle de la directora del hotel: una felicitación de cumpleaños acompañada de una botella de tinto y dos piezas de un rico dulce. Esa noche la cifra de casos en las noticias era ya de una centena.
El lunes, día 2, durante el viaje de vuelta escuchamos en las noticias que había cuatro casos en la provincia de Cáceres, uno de ellos en Coria, donde habíamos estado la tarde anterior.
Al día siguiente, sábado, conocimos San Martín de Trevejo, Trevejo, Hoyos y Robledillo de Gata.
Por la noche, en el apartamento, asistimos al habitual desastroso debate de la Sexta -donde no se discute de forma edificante, sino que se lanzan pullas a diestro y siniestro- y volví a escuchar los mismos argumentos ignorantes y despectivos con respecto al peligro real del virus. Ya había 79 casos en España.
El domingo cumplí sesenta y un años. Visitamos Alcántara y, por la tarde, Coria. A la vuelta, en el apartamento nos esperaba un detalle de la directora del hotel: una felicitación de cumpleaños acompañada de una botella de tinto y dos piezas de un rico dulce. Esa noche la cifra de casos en las noticias era ya de una centena.
El lunes, día 2, durante el viaje de vuelta escuchamos en las noticias que había cuatro casos en la provincia de Cáceres, uno de ellos en Coria, donde habíamos estado la tarde anterior.
Han pasado más de tres meses. Las cifras oficiales dicen que llevamos más de veintisiete mil fallecidos. Otras fuentes dicen que llevamos más de cuarenta mil. Según parece se ha infectado el cinco por ciento de la población. No creo que vuelva a ver al maestro en mi vida, pero al igual que yo lo recuerdo, estoy seguro de que no me ha olvidado. Ojalá podamos seguir tomando muchas cervezas. Y ojalá pueda volver pronto a la comarca para disfrutar de su paisaje y su buena gente.