Vistas de página en total

domingo, 20 de julio de 2025

LOS MASCONATOS CRECEN

Entrevista de Rut H. White

Nuevo relato de Pablo Ángel, que viene a ser la continuación de su anterior obra Tiempo de masconatos (Círculo Rojo, 2020). Lo he podido entrevistar en San Fernando, en uno de sus rincones preferidos, el bar Los Gallegos, uno de los restaurantes que frecuenta cuando aparece por la Isla para encontrarse con sus amistades. 

P. ¿Por qué hemos quedado en este lugar? Me dijiste que comenzara preguntándote esto.

R. Sí, para poder responderte sobre una de las anécdotas que menciono en el libro. Hace unas semanas que le hice saber a los dueños del negocio que, gracias a ellos y al estupendo pulpo que cocinan, salí de un gran apuro en un concurso gastronómico al que me presenté hace ya unos treinta años.

P. ¿Puede saberse en qué consistió?

R. Es mejor leerlo en el libro y así no lo desvelo ahora. Nuestra presencia aquí hoy es un poco un pequeño homenaje al restaurante, aparte del que nos vamos a dar nosotros mismos mientras saboreamos el vino Ribeiro que tenemos delante.

P. O sea, que me has hecho preguntarte por una cosa que no me vas a responder ahora (risas). Aunque ya conozco la respuesta porque he leído el relato.

R. Así es. Una pequeña trampa.

P. Sigues siendo un masconato.

R. Siempre. Es inevitable.

P. Es un libro de carácter nostálgico, en el que conjugas anécdotas graciosas con capítulos un poco tristes.

R. Así es. Han pasado tantas cosas y tantos años que... A todos nos afecta la vida, la pérdida de seres queridos... Es la historia de muchos de nosotros. Pasamos por experiencias similares y no siempre las repasamos o verbalizamos cuando son negativas y tristes. 

P. Es la continuación de Tiempo de masconatos; una segunda parte, ¿no?

R. Sí. Y si contiene páginas tristes es porque la época que siguió a Tiempo de masconatos es la de la vida que nos esperaba, la vida adulta, muy sumida en problemas que cuando éramos infantes y jóvenes no podíamos apreciar. De creer en los Reyes Magos, pasamos no sólo a no creer en ellos sino a vernos rodeados de cruda realidad. No es que terminen nuestros sueños del todo, pero pasan a ser considerados o vistos con otros matices, con gafas oscuras para que no te dañe tanto ficticio sol.

P. Es un libro sobre la amistad, como dice el subtítulo del mismo.

R. Creo que la amistad es el sentimiento más gozoso, la forma de amor con la que nos damos al mundo cuando queremos que nos vaya bien. Ambas palabras, amor y amistad, derivan de la raíz am, que encima, parece que significa madre; muy desvelador, pienso. Amor y amistad están en la misma línea positiva de deseo por la compañía de los que queremos. El amor en sentido romántico se diferencia de la amistad, claro. Pero los dos significan gozos por el roce entre personas, con las diferentes reglas y permisos que nos damos para gozar de estos roces y relaciones. No descubro nada, entiendo.

R. Te duelen las amistades perdidas.

P. Sí. Como todo lo perdido si era bueno. Todos hemos tenido momentos en los que nos hubiera gustado que el mundo se parara y permaneciera así, con esos momentos y situaciones felices y alegres. Son ilusiones que duran lo que duran. Son ilusiones que nos hacen sentir que todo mereció la pena alguna vez. Estas ilusiones las utilizo para iluminar tanto el tiempo pasado como el presente y el que nos quede por delante. Estas ilusiones son vitaminas necesarias para que no se nos agríe la vida o para cuando ésta se nos ha agriado. Agarrarse a ellas puede parecer una maniobra poco realista para quien sufre las pérdidas que nos depara la vida. No importa, son ilusiones y lo sabemos. Disfrutemos de ellas. Cumplen su misión.

R. ¿Recuperar las amistades pasadas ha sido muy frecuente en tu vida?

P. No. Cuando se ha producido ha sido como un pequeño milagro. La vida nos desgasta y existe el riesgo, comprobado, de hacernos graníticos, como si tuviéramos miedo a ser sensibleros y llorones ante lo que hay que aceptar que se fue para siempre. No me libro de esta actitud y no es motivo de orgullo. Por otra parte, es más fácil intentar el contacto perdido cuando tu conciencia te dice que no hubo nada en el pasado que justifique la pérdida. En todo caso, siempre es problema de dos, no de uno. Puede que yo haya tenido suerte en algunas ocasiones, porque he podido experimentar que ha sido la otra persona la que dio el paso acertado.

P. ¿Ha cambiado San Fernando?

R. Ha cambiado el planeta entero. Ha cambiado la vida entera. Los paisajes de nuestra juventud, la ampliación de nuestras expectativas viajeras, el no vivir en la misma casa familiar de siempre... La vida es cambio y hay que aceptarlo. Las fachadas inamovibles que los servicios de patrimonio histórico se empeñan en conservar para no cambiar, no dejan de ser precisamente eso, una fachada. Por dentro los edificios sí cambian. En el caso de las personas, conservamos más el interior que nuestras propias fachadas corporales. 

P. Entonces, ¿no te molesta el cambio de la ciudad?

R. Hay rincones feísimos que recuerdo más bonitos hace muchos años. También hay otros rincones que han mejorado. Pasa lo mismo que con la ropa o la moda. Creo que no aguantaríamos volver a vestirnos como lo hacíamos hace años, independientemente de que hoy haya algunas vestimentas y modas que me parezcan muy mejorables. A mis padres tampoco les gustaba que yo fuera con botas de desembarco a muchos sitios. Yo creo que los cambios son inevitables. No se puede parar el tiempo y dudo que se deba hacer. Aunque me recree con el repaso de nuestra pequeña historia, lo hago para explorar el feliz y agradable impacto de este repaso mental. Es un ejercicio de gimnasia mental. Somos memoria.

P. Y también está el asunto de la muerte. Las terribles pérdidas. ¿Algo que decir sobre esto?

R. La muerte y la muerte anunciada que somos todos. El cambio que hace años implicaba crecimiento se convirtió, con el paso del tiempo, también en deterioro. Este deterioro nos anuncia que el programa tiene un final. No se puede estar siempre en la película. A mí me gustaría, pero...

P. ¿Habrá algo más allá?

R. ¿Para escribir desde allí una tercera parte, una continuación de esta saga de masconatos? No estaría mal. Me apunto la idea. ¿Habrá ordenadores, cuánticos o no, que me permitan escribir desde el más allá? ¿Almas, consciencias universales y reencuentros de nuestras esencias? Que tú lo veas, querida.

P. ¿Y qué título le pondrías a ese libro?

R. Me lo pones a huevo, chica. Fíjate bien, que no lo digo mal ni es un error gramatical: Los masconatos permanacen. ¿Lo entiendes?

Y tanto que lo entiendo. Muchas gracias.



Tiene permiso del autor para difundir esta obra y compartirla con cuantas personas desee.